Según nos adentramos en los Jardines Reales del conjunto arqueológico de Sigiriya, nos percatamos de la grandiosidad de uno de los lugares más emblemáticos de Sri Lanka. No en vano fue el lugar alrededor del cual tantas leyendas se entrelazaron, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. A casi 200 metros, la roca se eleva hacia el cielo, cuyo ascenso sudoroso ofrece todo tipo de sorpresas interesantes.
Sigiriya
La historia de Sigiriya se remonta al siglo V d.C., cuando fue erigida como una impresionante fortaleza y residencia real en el corazón de Sri Lanka...Leer más
Información de reserva
Este destino aparece en 4 de nuestros circuitos:
- Destinos Estrella en Sri Lanka / 14 DíasDesde2.495 €Lo imprescindible de Sri Lanka / 19 DíasConsultar precio y disponibilidadViaje a las raíces de Sri Lanka / 15 DíasDesde2.895 €Viaje familiar en Sri Lanka / 14 Días
Pero volvamos a nuestra visita. Los Jardines Reales de Sigiriya son el mejor preámbulo para lo que nos espera, una subida por vertiginosas escaleras enclavadas en la roca que nos llevará a las ruinas de la ciudad real, desde las que se disfrutan unas impresionantes vistas de la selva ceilandesa. Los jardines están formados por un conjunto de parterres, estanques y árboles centenarios, que nos retrotraen a la vida palaciega del rey Kassapa I. Algunos de los rincones de este vergel están bastante bien conservados, como el Salón del Trono, donde el rey recibía a sus visitantes más ilustres para evitarles el cansancio que suponía escalar hasta el palacio.
Escaleras vertiginosas
Tras un paseo por este lugar tan bucólico, comenzamos la subida a la imponente roca. Primero un tramo de escaleras de piedra, para después subir por unas vertiginosas escaleras metálicas en forma de caracol, en las que como única melodía nos encontramos con los jadeos del resto de visitantes, seguramente tan poco entrenados como nosotros para el ascenso. A unos 100 metros de la base, podemos contemplar una de las joyas que esconde esta impresionante roca: los frescos de las ‘Doncellas de las nubes de Sigiriya’. Ubicados en una pequeña cueva, se trata de un conjunto de pinturas de mujeres semidesnudas que para algunos son la representación de ‘apsaras’ o ninfas celestiales, mientras que para otros encarnan a las mujeres nobles de aquella época. Las doncellas parecen surgir de unas nubes rojas y son consideradas las únicas pinturas antiguas no religiosas de la isla. Nos quedamos sorprendidos tanto por la buena conservación de los frescos como por el detalle con el que se pintó la desnudez de estas mujeres.
Después de volver a bajar las escaleras de caracol, continuamos el ascenso a la cima de la roca por una escalera transversal protegida por una enorme pared de roca de tres metros de altura. Conocida como ‘Muro del espejo’, ya que estaba tan bien pulido que el rey podía verse reflejado en él, en ella se pueden ver inscripciones de los visitantes de entre los siglos VI y XIV, que mostraban sus impresiones tras ver los frescos de las doncellas.
Y de golpe, nos topamos con las gigantescas garras del león, esculpidas en la roca, por las que antiguamente se comenzaba el ascenso al complejo palaciego. Aprovechamos el momento para descansar un poco y hacernos una foto junto a las imponentes garras, uno de los símbolos de Sigiriya.
Pero llega el tramo final, y ya estamos deseosos de divisar las que nos han dicho son las vistas más impresionantes de todo Sri Lanka. Para ello, tenemos que subir aún una interminable escalera de metal que zigzaguea hasta la cumbre. Al alcanzarla, una sensación de inmensidad nos invade. En una gran explanada se reparten las ruinas de lo que fuera el palacio de Kassapa I, con jardines y varias piscinas excavadas en la roca. Un rectángulo de tierra indica la superficie sobre la que se alzaba el palacio real. En seguida, nos podemos imaginar la sensación de poder que invadía al rey al divisar desde aquí la magnitud de la llanura que se extendía inacabable a sus pies.
La panorámica que se puede ver desde aquí es, sin duda, la más sobrecogedora que hayamos divisado jamás. La soledad de la roca rodeada de la frondosa selva ceilandesa, los inmensos jardines en la base del complejo palaciego o montañas como la Pidurangala Rock, a la que también se puede ascender para obtener las mejores vistas de Sigiriya, nos hicieron sentir más cerca del cielo que nunca.